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  • Jorge Choy-Gómez

Homies Unidxs

Actualizado: 8 dic 2019

Un fondo azul con siluetas de edificios que simulan el distrito financiero de Los Angeles y las clásicas palmeras. En el centro una figura arrodillada con los brazos en alto. Montserrat y yo no logramos concluir si está rezando, agradeciendo o si se rinde ante la brutal policía angelina. Una playera con el Ché Guevara y una gorra de los Dodgers de Los Angeles terminan visten la figura con un genial toque oximorónico. Con la poderosa simbología de esa pintura, nos reciben Ana Minauri y Álex Sánchez, Directora de Programas y Director Ejecutivo de Homies Unidos, organización fundada en El Salvador en 1996 y que funciona en Los Angeles desde 1997.


Homies Unidos comenzó en El Salvador en 1996, cuando Magdaleno ("Leno") Rose-Ávila y un grupo de jóvenes de diferentes vecindarios, entre ellxs ex-pandillerxs, se reunieron en San Salvador para discutir métodos y medios para disminuir la violencia que afectaba a muchas de sus vidas y comunidades. La oficina en El Salvador ha cerrado después del fallecimiento del director Luis Romero en 2016, junto a las amenazas a su trabajo por parte del estado salvadoreño. En Los Angeles, la organización tiene programas que incluyen educación, capacitación laboral y enlace comunitario. La oficina está compuesta principalmente por jóvenes centroamericanos y otros latinos que han renunciado a la violencia en sus vidas. Trabajando en las áreas de Koreatown y Pico-Union, lxs miembrxs han dedicado sus vidas a crear alternativas al crimen, las drogas y la violencia.


Ana y Álex van al grano y comienzan a platicarnos la situación migratoria actual y de las consecuencias en la juventud centroamericana en Los Angeles. Según ellos, uno de los principales problemas es la criminalización de las y los jóvenes centroamericanos, los discursos de Trump, pero también la reacciones de la población mexicana durante las caravanas ilustran la imagen que se ha construido de Centroamérica desde las guerras civiles en los año 80 y que se ha reforzado durante la década de las 90 con las deportaciones masivas y la formación de pandillas en El Salvador primero y después en Honduras. "La estrategia siempre fue criminalizar", dice Álex. Continúan y afirman que el apoyo del sector conservador no proviene de los hechos, sino de la criminalización. Tatuajes, noticias sobre la violencia en Centroamérica, pobreza, idioma, costumbres, todo es usado para crear una imagen criminal de los centroamericanos y particularmente de los jóvenes.


La construcción social de Centroamérica como espacio de violencia encuentra resonancia en barrios de Los Angeles. La situación de precariedad, dicen Ana y Álex, general debilidad y división entre poblaciones — la lucha por la supervivencia provoca peleas entre centroamericanxs, entre centroamericanxs y mexicanxs, y entre otras poblaciones hiper marginadas, como la población afroamericana. La pandilla en ese contexto es una forma de supervivencia, dice Álex. Para entender a las pandillas se debe entender el contexto de marginación y desigualdad que las precede. Ana ilustra la situación de las escuelas en Los Angeles que reciben población inmigrante, en donde la segregación, el escaso manejo del idioma inglés, las luchas identitarias y el racismo estructural del sistema escolar orillarán a mexicanxs, centroamericanxs o afromaericanxs a refugiarse en una pandilla, que encuentra en las escuelas uno de sus principales semilleros de miembrxs. Aunque el ciclo es claro y obvio, dicen, la población blanca en Estados Unidos se niega a reconocer el fallo estructural -si es que se le puede llamar fallo- que obliga a la reproducción de las pandillas y la reproducción de la particular criminalización en contra de la población centroamericana joven. Ana y Álex también nos dicen que la criminalización también incluye a quienes defienden los derechos de esta población, como en el caso de Álex y su largo juicio en Estados Unidos desde el 2009 en el que ha sido detenido y acusado de ser miembro de una pandilla incluso cuando ya era Director Ejecutivo de Homies Unidos. Los cargos en contra de Álex fueron retirados en el 2012, pero su criminalización continua.


La violencia y la migración son temas complicados por separado, y más complicados aún cuando se les vincula. Homies Unidos sabe mucho de eso. Nos cuentan la incomodidad que muchas veces ha provocado su trabajo, en un contexto de renovada lucha por los derechos de los migrantes en Estados Unidos frente al discurso racista y xenófobo de Trump, mencionar la sistemática marginación, exclusión y racismo al que se enfrentan lxs jóvenes que desean salir de las pandillas a veces ha sido un problema. La imagen de la violencia en El Salvador y Centroamérica requiere de sujetos que representen esa violencia. Es difícil luchar por los derechos humanos de personas a las que se les considera poco-menos que humanas, especialmente en el medio de muchas organizaciones que al hablar de migración basan sus campañas en la clásica imagen de niñas y niños indefensos, sucios, tristes. No es que no sea cierto, dicen, pero no es la imagen completa.


El principal trabajo de Homies Unidos es luchar por la re-humanización y re-construcción social de la juventud salvadoreña y centroamericana, señalando sus complejidades. Montserrat y yo pensamos que no se les hace un favor idealizando y sanitizando a las ex-pandilleras y ex-pandilleros, cuando no responden a esa imagen se justifica la violencia estructural ejercida hacia ellxs y las luchas por re-humanizar dan un paso atrás.


La situación actual en El Salvador es también una de sus preocupaciones. Ana y Alex saben que la condición transnacional de la violencia influye en el resultado de sus programas en Los Angeles y que el contexto social y político de El Salvador y de Centroamérica en general seguirá expulsando a su gente durante un tiempo largo. Reflexionan sobre el cambio de gobierno y lo que viene para El Salvador, "el estado debe recuperar su legitimidad y re-establecer su poder", dice Alex. Piensa que las pandillas proliferaron por que el estado abandonó esos lugares y que el estado centralizado asume que evita la marginación y eleva la calidad de vida del país cuando la capital tiene calles limpias y más franquicias de comida rápida. Nos dicen que uno de los principales problemas ha sido la ineficacia de las fuerzas de seguridad, corrompidas e incapaces de contener el poder de las pandillas. Esperan que la presencia de la policía nacional y el ejército puedan controlar y re-establecer el poder legítimo del estado, mientras tanto piensan que la situación tardará mucho en solucionarse. En este punto no olvidan mencionar el rol de Estados Unidos y sus intervenciones políticas en la región. Si el estado salvadoreño olvidó a su pueblo, Estados Unidos no lo hizo y su presencia es igualmente dañina. Alex menciona una triste ironía: su gente desea llegar a Estados Unidos, tierra de oportunidades y libertad, mientras desean huir del lugar que ese mismo país ha explotado y violentado. "Estamos jodidos", sentencia Alex.


No todo está jodido. Homies Unidos tiene varios proyectos para ayudar a lxs jóvenes salvadoreños y centroamericanos en Los Angeles — además tienen representación en Denver y colaboraciones puntuales en varias partes de Estados Unidos. El proyecto RISE es uno de ellos. Desde el 19 de julio hasta el 1 de agosto, el objetivo es re-aprender a relacionarse socialmente, Ana y Alex nos dicen que ese es uno de los principales problemas: las formas de relacionarse física y emocionalmente han respondido a los espacios donde estxs jóvenes han estado. La violencia ha sido el principal lenguaje, RISE busca incluir otros y re-construir el tejido comunitario que les ha sostenido en la lucha pero que necesita transformarse.


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