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  • Jorge Choy-Gómez

Algunas preguntas y respuestas de la calle / Some FAQ from the street

Actualizado: 25 jul 2019

Durante 3 semanas, he recorrido varias veces la ruta Ciudad Hidalgo-Mapastepec y he contado hasta 10 puntos de inspección en 150 kilómetros. El número de uniformes verdes y azules ha aumentado lenta y sostenidamente. He escuchado opiniones diversas pero dos me llaman la atención, apoyo total a la estrategia para reducir la inseguridad, y la preocupación sobre la restricción a la movilidad local. No quiero abundar en la primera, en la sección especial "En el camino" de la red de Periodistas de a pie han hecho un seguimiento extraordinario de la estrategia de militarización en la frontera sur de México. El reforzamiento de la estrategia de seguridad y sus consecuencias en la (in)movilidad local, sin embargo, es una parte de la estrategia no tan difundida.


Qué siente y piensa una persona local cuando es detenida y se le pide su identificación? Molestia, primero. El calor, el espacio reducido de los taxis que recorren las rutas de la región, el tiempo perdido. Largas filas en los puntos de inspección y miradas acusadoras de los uniformados son ya parte del itinerario de miles de personas que se mueven en la región. Las personas asumen ya que es un precio caro pero justo. "La seguridad requiere sacrificios" me dijo una señora en un taxi, antes de suspirar y mencionar que AMLO sabe lo que hace.


"Cómo es posible que nos confundan con esos ilegales? Con esos centroamericanos?" Violentos, pandilleros y prostitutas son estigmas mencionadas para El Salvador y Honduras. A pesar de compartir características físicas, la confusión genera rabia. Para su alivio, nunca serán confundidos con las poblaciones afro-descendientes de Haití y Honduras (nadie menciona a los países africanos) pues "sucios" es la palabra con la que les definen. De la gente guatemalteca se olvidan y no aparece en el mapa de los reclamos y las confusiones, pareciera que su origen indígena es indigno siquiera de mencionarse.


"Qué va a pasar cuando todos se vayan?" me pregunta un policía federal en un punto de inspección, refiriéndose a periodistas y fotógrafos. "Nada, todo va seguir igual", responde él mismo. Exactamente la misma pregunta que me hizo una pareja en un punto de inspección, cuando se les ha hecho bajar del taxi mientas su identificación es revisada. "Vienen, toman fotografías, escriben lo mal que tratamos a los migrantes pero nadie escribe lo que nos pasa a nosotros". La cobertura del tema migratorio y su enfoque casi exclusivo en las violaciones a los derechos humanos de las personas migrantes provoca frustración en la población local. Esta región ha sido abandonada por el gobierno estatal y federal por décadas, sólo cuando proyectos económicos (como las Zonas Económicas Especiales o el Plan Puebla Panamá) o de seguridad (como el Plan Frontera Sur) son activados es que la atención nacional y regional se vuelca hacia estos lugares. La posición geopolítica les ha jugado una mala pasada a los pobladores locales, según su apreciación.


El aumento del racismo, xenofobia y discriminación de la población local son consecuencias del reforzamiento de la estrategia seguridad, o de militarización, como es acertadamente llamada desde hace años por organizaciones de la sociedad civil como el Centro de Derechos Humanos "Fray Matías de Córdova". Y es totalmente calculado e intencional. La restricción a la movilidad de la población local genera molestia instantánea y efímera, pero también genera justificación y simpatía duradera. La relación esquizofrénica encuentra desahogo en la creación de un enemigo común: las personas extranjeras.


La identidad nacional y las regiones fronterizas nacieron al mismo tiempo. En siglo XIX, cuando los estados modernos se definieron también nos definieron a nosotros y a los otros. Como bien decía Benedict Anderson, el museo, el censo y el mapa fueron las grandes herramientas para la construcción de los Estados/Identidad. Pero estamos en el siglo XXI, y esas herramientas ya no son suficientes. Nunca lo fueron en realidad, Anderson olvidó decir que la identidad no se creó armónicamente, fue impuesta. Los ejércitos y las policías fueron/son ejecutoras de una idea que debía ser adoptada y reforzada en todo momento. El objetivo de la restricción no son solamente las personas extranjeras, somos nosotros.


Las políticas de (in)movilidad son el vehículo de la identidad nacional y el reforzamiento de los Estados. Es por eso que no hay manifestaciones de los locales, los reportajes crudos sobre los peligros de las rutas clandestinas y sobre la alarmante cantidad de fuerzas de seguridad no encuentran eco, fuera de los organizaciones de la sociedad civil, periodistas de otras partes de México y extranjeros, y la ONU, quién realmente está en contra de estas medidas? Aunque el apoyo local a la estrategia de militarización es abrumadora, he encontrado también pequeñas y cotidianas muestras de resistencia solidaridad con las personas migrantes. En las próximas entradas de este blog espero retratarlas.






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